ABC: Visita solidaria al Monasterio de San Pablo de monjas Jerónimas

Los toledanos se vuelcan con las monjas de San Pablo

La respuesta al llamamiento de emergencia para ayudar a las jerónimas ha desbordado todas las previsiones. Y, como regalo, todos los que han echado una mano han descubierto uno de los conventos más bellos y auténticos de la ciudad

Por Valle Sanchez

Las 13 monjas que aún resisten en el convento de las Jerónimas de San Pablo han vivido un fin de semana abrumadas por el trasiego de personas que han inundado su iglesia y su bello claustro renacentista, que ha sido contemplado por los toledanos, algunos por primera vez, que se han sumado a las jornadas solidarias que se han celebrado para ayudar a esta comunidad que vive, como muchos, difíciles momentos por la pandemia. Su principal dedicación, la costura, se resintió con las cancelaciones de la Semana Santa y el Corpus, que les dejó sin los encargos que tenían que haber bordado para las procesiones y celebraciones religiosas. Sin apenas ingresos, y con unos gastos de 2.000 euros al mes para pagar la seguridad social, el convento agoniza sin ayudas oficiales, ni de la iglesia.

A falta de respuestas de los responsables institucionales, que parecen tener las ideas paralizadas para evitar la pérdida del patrimonio artístico y espiritual de los conventos toledanos, un grupo de tres guías turísticos de la ciudad, -que también están sufriendo los efectos de la pandemia en su trabajo-, decidieron ayudar a las monjas y echar una mano de forma desinteresada. Felipe Ribeiro Juan Ignacio Vázquez ya lo hicieron hace unas semanas mostrando al público el convento de las comendadoras de Santiago y, en esta ocasión junto a Mariló de Ancos, se han movilizado para ayudar a las jerónimas de San Pablo. Los tres se han dejado la piel durante dos días -sábado y domingo- para conseguir fondos que sirvan para aliviar algo la difícil situación que están pasando.

En pequeños grupos, para cumplir de forma estricta el protocolo sanitario, y cada media hora, los tres guías se han dedicado durante todo el fin de semana a enseñar este convento, uno de los grandes desconocidos de la ciudad de Toledo porque se encuentra, en el barrio de la Cornisa, alejado del tradicional circuito turístico. En una hucha los guías han ido cobrando cinco euros como mínimo por visita, un dinero que han entregado íntegramente a las monjas, a las que también compraron los ingredientes para que elaboraran dulces, como los que suelen cocinar para agradecer los donativos, y que también pusieron a la venta en el claustro, así como diferentes bordados y hasta mascarillas realizadas en su sala de labor.

Tras la llamada realizada por los guías, los toledanos respondieron y los grupos se llenaron rápidamente para ayudar a las monjas jerónimas en estos difíciles momentos. A cambio, todos ellos han tenido la oportunidad de conocer un patrimonio único, que forma parte de la ciudad ya que, como dijo el doctor Gregorio Marañón en 1949, «los conventos toledanos representan la parte esencial y permanente del alma de la ciudad... precisamente porque son tan de aquí que más que la conciencia de Toledo son su conciencia». Y, sin embargo, la vida conventual agoniza, con monasterios antes de llenos de vida y patrimonio, y ahora cerrados a cal y canto, como Santa Clara y Santa Úrsula, que llevan más de cinco años cerrados.

No es el caso, por ahora, del convento de San Pablo, que tiene trece monjas que mantienen a duras penas su actividad de clausura. El guía Juan Ignacio Vázquez comienza la visita en la iglesia, un espacio al que se puede acceder durante la misa diaria de nueve de la mañana. Allí recuerda la llegada de los monjes Jerónimos a la ciudad en el siglo XIV, que se asentaron en la Sisla, al otro lado del río, un monasterio muy vinculado al femenino que levantaría María García de Toledo. Explica que María tenía desde niña una gran inclinación religiosa y recorría las calles pidiendo limosna para los pobres. La fama de su belleza llegó también a Pedro I el Cruel que quiso conocerla por lo que María buscó refugio en la Sisla en donde vivió hasta que Pedro I fue asesinado. Con la herencia que recibió de su padres adquirió unas casas en la parroquia de San Lorenzo, fundó un beaterio, germen del actual convento, que se levantó en el siglo XVI. Destaca el coro, en donde, tras la verja, asisten a misa las monjas acompañadas de una imagen de la Virgen de la Encarnación o de la O con el niño visible dentro del vientre materno que se ha colocado en primer plano para la ocasión y, sobre todo, destaca la capilla mayor construida en 1504 con la ayuda del racionero Juan de San Andrés, que fue vendida por la comunidad en 1583, a los Niño de Guevara. Precisamente, a la izquierda de esta capilla se encuentra el sepulcro Fernando Niño de Guevara, cardenal e inquisidor general cuyo famoso retrato de El Greco se encuentra en el Museo Metropolitano de Nueva York. Otra curiosidad es la réplica que cuelga, junto a este sepulcro, de la espada con la que el apóstol San Pablo fue degollado, desaparecida y en paradero desconocido actualmente, una reliquia que, según cuentan, tuvo obsesionado a Franco, quien llegó, incluso,a ordenar a los bomberos en los años 50 su búsqueda en este convento, en donde se perdió su rastro durante la Guerra Civil.

La paz del claustro

La visita continúa, ahora sí, en un espacio privado de la clausura, el claustro, a cuyo corredor se asoma, de vez en cuando, alguna monja que trasiega por el convento para ir a la sala capitular, la sala de labor o el huerto, espacios en donde se han recluido estos días para huir del bullicio de las visitas. Su rutina sigue inalterable: se levantan a las seis de la mañana, rezan laudes, oración personal, tercias, misa y, después, el desayuno y, solo entonces, comienzan las tareas diarias.

Balbina Martinez Caviró en su libro imprescindible sobre los conventos toledanos dice que «tal vez no exista en Toledo un lugar más amable que este claustro de San Pablo», un lugar que emana paz y sosiego, con fuentes de agua potable, plantas, un precioso naranjo, una parra y plagado, como todo el convento de obras de arte: un grupo escultórico de madera con Santa Ana, la Virgen y el Niño y tres trípticos dedicados al Ecce Homo, a san Juan Bautista y la Asunción de María.

En la visita tampoco se olvidan de recordar la vinculación histórica del convento con el día de la Virgen del Valle y su procesión que discurre por la carretera de la ermita. Frente al convento de San Pablo, los cofrades paran con el fin de que las monjas, en una galería con celosías visible desde la calle, cantan y rezan a la virgen la Salve y un par de Ave Marías y cuando han terminado, una hermana saca un pañuelo blanco por las celosías y con esa señal la procesión se pone de nuevo en marcha. Después, las monjas celebran en el claustro una merienda, con bocadillos de tortilla de patatas, según cuentan, para celebrar la romería, como el resto de toledanos.

 

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